
La prisión de los conceptos en el Tao y en el Vedanta
La mente humana tiene una esencia, una existencia conformada de una sustancia inasible que la hace uno de los grandes misterios de la Humanidad.
En los primeros años de vida del ser humano la mente es una gran esponja capaz de absorber millones de datos en breve tiempo, de tal manera que ella se convierte en la herramienta para interactuar con el entorno físico.
Es ahí en donde se acumulan diversas memorias que luego son utilizadas por la memoria, la inteligencia y la razón para crear conceptos de lo que se conoce.
Con el paso del tiempo se hace más complejo este conocer porque se elaborar conceptos ya no del entorno físico sino de las realidades abstractas que viven en el pensamiento y la memoria alrededor de otras dimensiones de pensamiento más complejo. O sea, el pensamiento elabora estructuras de conceptos de todo aquello que se mueve en un mundo distinto que tiene que ver con imaginarios colectivos e imaginarios elaborados de forma personal o individual.
Es la mente la que da aparentes certezas de que "algo es muy real" porque existe en nuestra mente, no hay ya dudas de que un concepto es "lo real".
Los conceptos como prisión
El Tao enseña que la mente juega con las realidades, pero jamás será la realidad en sí misma. Es apenas una forma de conocer, pero no el conocimiento en sí. Incluso es notable ver que la mente no puede asir la realidad en toda su dimensionalidad, tan sólo construye ideas de aspectos que se tratan de definir la cosa a definir, lo observado.
En el Vedanta los conceptos son una vaga ilusión construida en la mente con el objeto de crear una realidad que solamente vive en tal escenario. Lo real es distinto a lo que se percibe porque los conceptos no son lo concreto.
La función del concepto es servir de mapa para tratar de ubicar la realidad, pero en el camino, el ser humanos se confunde en la idea de que el concepto es lo real cuando tan sólo es una imagen, un reflejo bastante pálido. Desde las más tempranas edades el ser humano confunde definitivamente lo exterior con la imagen que se tiene de él a través de ideas y conceptos que normalmente no son coincidentes lo uno con lo otro.
Es así como de forma
imperceptible el concepto y la masa de conceptos se convierten realidad aparente, que recrea estructuras con una serie de ideas e imágenes que se reproducen
constantemente y que dan la fiel la impresión de que esa película que se transmite en el
telón de la imaginación es la realidad.
En el lejano oriente se ha estudiado este fenómeno por miles de años y es la médula del trabajo de la meditación.
La función de la meditación
El antídoto del auto engaño es el proceso de reversión, el camino de ir hacia la dirección opuesta para intentar desmontar las estructuras de conceptos elaborados durante la existencia del individuo.
No se debe confundir el conocimiento útil para la supervivencia de la Humanidad, con el pensamiento plagado de conceptos que aprisionan la mente.
La meditación es una estrategia de observación que puede ayudar a revisar el curso de los pensamientos. La única manera de desarticular la mesa de estructuras de conceptos es esa: entender de dónde han salido los conceptos y cómo manejan la propia mente.
Lo primero es tener consciencia de que nada de lo que está afuera es real sino a través de conceptos.
Lo demás será revisar la idea o los conceptos que tenemos sobre todo aquello que hemos convocado a nuestra vida. La película que proyecta la mente es a realidad aparente nuestra, no es nada más. Si todos esos conceptos desaparecieran, ¿quiénes seríamos?